ALCOHOLISMO
El alcoholismo es el consumo exagerado de alcohol, que ocasiona al bebedor problemas físicos, mentales, emocionales, laborales, familiares, económicos y sociales. Desafortunadamente, el consumo de alcohol aumenta de manera constante, sobre todo entre nosotros los jóvenes. Las consecuencias por accidentes relacionados con el alcohol (choques, atropellamientos y suicidios) ocupan los primeros lugares entre las causas de muerte en muchos países.
El alcoholismo se divide en abuso de alcohol y dependencia del alcohol; si bien, esta diferencia no es relevante desde el punto de vista clínico. El abuso de alcohol indica dependencia psicológica, es decir, la necesidad de consumir alcohol para el funcionamiento mental adecuado, junto con consumo excesivo y continuación de la ingestión alcohólica a pesar de los problemas sociales. La dependencia del alcohol abarca alteraciones similares junto con signos de mayor tolerancia (necesitar más alcohol para obtener el mismo efecto) o signos físicos de abstinencia alcohólica. El alcoholismo puede originarse debido a varios factores, entre los cuales figuran: inmadurez o incapacidad de relacionarse, presión social y estrés.
El alcohol puede originar serios problemas de salud, incluso cirrosis, demencia y destrucción de los músculos del corazón. Los alcohólicos tienen mayor riesgo de accidentes, especialmente cuando están ebrios (borrachos). El alcoholismo afecta seriamente la relación del alcohólico con su familia, limita las aspiraciones profesionales del individuo y, finalmente, causa la muerte. Las posibilidades de desarrollar este mal son mayores entre aquellas personas que comienzan a beber en edades tempranas.
Aparentemente el alcoholismo tiene una base química y un componente psicológico, pero no se sabe por qué algunas personas pueden consumir alcohol sin hacerse adictas y otras no. Las investigaciones parecen indicar que hay personas genéticamente predispuestas. Su predisposición bioquímica se activa bebiendo, por lo cual tarde o temprano caen en la dependencia.
Otras personas parecen alcoholizarse debido a las costumbres sociales, a su entorno familiar o a los hábitos que han adquirido. Ciertas características psicológicas parecen aumentar el riesgo de alcoholismo. Estas incluyen: Depresión, comportamiento autodestructivo, inmadurez sexual, inmadurez, gusto por la soledad.
Algunos de los síntomas de los alcohólicos son los siguientes: Beber para calmar los nervios, reducir presiones e olvidar preocupaciones, disminución del apetito, beber de un trago, mentir sobre lo que le esta ocurriendo, o sea no aceptarlo, beber a solas cada vez con mayor frecuencia, maltratarse a si mismo o a otros después de haber bebido, emborracharse a menudo, adoptar un carácter irritable, resentido o irracional si no se esta bebiendo, tener problemas de salud, sociales o de dinero debido al consumo del alcohol.
El mejor cuidado es prevenir la dependencia al alcohol. Si existe un historial personal o familiar de alcoholismo, el único recurso para superarlo es abstenerse por completo del alcohol. Sin embargo, los que no tienen dependencia del alcohol pueden beber con moderación.
El alcoholismo se puede considerar una enfermedad porque afecta al equilibrio personal y de los que rodean al alcohólico. Es necesario un tratamiento adecuado, para recuperar la "no-dependencia".
Por otro lado, el alcoholismo no es una enfermedad que se pueda curar a base de medicamentos, o con intervención quirúrgica; hace falta un seguimiento y mucha voluntad y predisposición del enfermo alcohólico.
. Muchas personas desarrollan una dependencia que se manifiesta de forma intermitente.
Hay alcohólicos que pueden pasar días sin beber o haciéndolo moderadamente, pero pueden beber descontroladamente en más de una ocasión, lo cual les puede acarrear consecuencias negativas.
También encontramos "el alcoholismo de fin de semana", en el que la persona bebe de forma continuada durante dicho período de tiempo, mientras que sin el alcohol, su fin de semana está incompleto y sin sentido.
FABIOLA FERNANDEZ M.